Breves Relatos de La Antigua Higuera

BREVES RELATOS DE LA ANTIGUA HIGUERA

En el pueblo de La Higuera en los años mineros, las cosas eran muy diferentes como lo son hoy en día, la mayoría de las casas tenían huertos con árboles frutales, montes para las comidas, hiervas medicinales y hermosas flores. En las quebradas de los alrededores, vivían muchos campesinos que tenían en su ganado, cabritos y tropas de burros; Las quebradas eran seguras, tenían mucha agua y el pasto adornaba todo el cerro como un gran poncho de colores silvestres; Las lluvias eran abundantes y la tierra era generosa. Todo campesino debía pagar el pasto que su ganado comía en tierras ajenas, el cobro no era significativo, muchas veces se llegaba a un acuerdo entre las partes.

La Pajita es una quebrada que traía suficiente agua como para sembrar y cosechar, había una noria que extraía el vital elemento para llevarlo hasta los huertos, éstos tenían una gran variedad de árboles frutales, hierbas y otros montes, también había tunales que podía dar sus frutos para todo el pueblo. Todas estas verdes quebradas, sustento de muchas familias, formaron parte de un pasado lleno de gloria para La Higuera.

En aquellos años algunos mineros trabajaban de forma particular en los desmontes, rasguñando por entre la tierra restos de mineral para ser comercializado. La mayoría de los hombres trabajaban en minas, sacaban el metal en carritos que ellos mismos debían empujar o emplear mulares. Otros utilizaban un método muy precario para levantar el mineral y sacarlo a la luz, subiendo endebles escaleras de entre los oscuros piques, cargaban el sacrificado y maltratado “Capacho” para obtener la preciada ley. Los hombres bajaban el metal a las fundiciones para convertirlo en barra y transportarlo en mulas o burros hasta la antigua estación ferroviaria que se encontraba en Punta Colorada o transportarlo hasta Totoralillo norte.

El teatro que se ubica a un costado del jardín infantil, fue testigo de un pasado cuyos recuerdos quedan en la memoria de hombres y mujeres que un día formaron parte de este maravilloso pueblo. El lugar era sede de encuentro para los habitantes de la zona, toda la comuna de La Higuera alguna vez participó de las fiestas que se realizaban en este célebre lugar. La música que acompañaba las agitadas fiestas, se escuchaba en una vitrola y muchas veces los bailes eran acompañados con el piano. Hasta no hace mucho el teatro fue considerado por los pobladores como testigo vivo, de aquel tiempo lleno de gloria y esplendor del mundo minero. Hoy en día gracias a la ayuda de proyectos se ha podido restaurar, no en su totalidad, pero pudiendo cumplir solamente su función básica, ser un lugar de encuentro para la población.

Durante el tiempo de colonización de estas tierras, llegaron a la zona gran cantidad de personas provenientes de diversos puntos del país y del mundo. Hasta el lugar llegó una familia Española que se instaló y levantó su empresa minera en el lugar conocido hoy como “Consultorio rural La Higuera”. La familia construyó una hermosa y cálida casona de madera que se ubica en la cima de una loma, entregando una vista privilegiada hacia el pueblo; La casona tiene una terraza cuyos pilares tienen un estilo griego, también posee un segundo piso y según cuentan tenía un subterráneo. El jardín estaba lleno de vida, habían perales, membrillos, olivos, flores y plantas que decoraban la casa, dando un estilo muy particular a este antiguo y desgastado patrimonio histórico local.

La empresa se encontraba detrás de la casa, actualmente se pueden apreciar algunos desmontes de mineral, testigos de aquella época tan maravillosa.

Según cuentan algunos pobladores, la familia española era solidaria y compresiva con los habitantes de La Higuera y sus trabajadores, este fue el motivo por el cual fueron respetados y queridos por toda la población.

¿Imagina usted señor lector como podría traerse el agua hasta estos lugares tan apartados?

El vital elemento llamado agua se traía mediante un sistema de canaletas que en su interior traía grandes tubos por donde circulaba la vida. El centro de abastecimiento era el tofo, desde este lugar se largaba el agua al pueblo. Cada sector de la localidad tenía controlado los horarios de reparto, para cada uno de ellos existía una gran llave por donde caía el agua. Las familias debían hacer grandes colas para alcanzar a llenar sus tarros y llevarlos hasta sus hogares. La gente llegaba muy temprano para hacer la fila, durante ese tiempo de espera, las señoras aprovechaban de comadrear y contar las copuchas de todo el pueblo, una vez que llegaba el agua, siempre había una señora que entraba en la fila, este acto dada el punto de partida para la típica discusión del día, entre las dueñas de casa.

Debido a que en aquella época había mucho trabajo, algunas personas no tenían tiempo de estar en la fila, por tal razón existían hombres que cargaban sus burros con tarros de agua, para pasar puerta a puerta vendiendo tan escaso elemento. Otros pobladores, principalmente aquellos que se encontraban viviendo por entre las quebradas, tenían sus propios posos para extraer el agua de consumo y de riego. Gran parte del agua era destinada al mantenimiento de los grandes e impresionantes campos de vida, llamados “Huertos”.

“El dinero ayuda pero la educación te cambia la vida”, esta frase estaba mas que clara para los habitantes de la antigua Higuera. Los obreros se preocupaban que sus hijos recibieran una educación básica completa, para que les permitiera desenvolverse mejor en un mundo que comenzaba a vivir continuos cambios. La educación no se entregaba íntegramente, puesto que no existía un establecimiento capaz de albergar a toda la población de estudiantes de la localidad. Los cursos eran separados por niveles y cantidad de alumnos, los más pequeños recibían la educación en la secretaría de la mujer, este lugar solo contaba con dos salas de clases, actualmente el terreno se dividió y es ocupado hoy por el gremio de mineros, una panadería y la sede de la agrupación juvenil Pacha-Inti. Los cursos más grandes recibían sus clases en el teatro o en unas salas que habilitaba la municipalidad pero ¿Qué pasaba si ambos recintos públicos estaban ocupados?, Bueno en estas circunstancias, las clases se entregaban en una casa bien amplia, capaz de cobijar a todo un curso de escolares que buscaban un sitio para aprender. La casa estaba ubicada en la esquina sur-poniente del jardín infantil, al lugar le llamaban “La Morrana”, aquí gentilmente abrían las puertas para la educación de todos los niños Higueranos. Los alumnos de aquella generación la lucharon bastante con el fin de sacar sus estudios, algunos lo lograron otros tuvieron que abandonar el colegio e ingresar con sus padres a la mina para ayudar en el hogar, puesto que la vida comenzaba a ponerse difícil.

Anónimo